Apaga y vámonos

EN UNA democracia, la palabra voto ha de estar en boca de todos. Por el contrario, la palabra veto ha de estar desterrada. Sin embargo, el PP es pertinaz en sus equivocaciones. Ellas acabarán destronándolo, salvo que se apresuren sus cada vez más tristes y frecuentes encogimientos de hombros. La mayoría absoluta del PP en la Mesa del Congreso está teniendo sonrojantes consecuencias, si bien quienes deberían sentirlas se satisfacen con contar minuciosamente sus votos. El otro día, una vez más, se hirió la verdadera –no la fingida– dignidad nacional. En la Mesa del Congreso, los partidos no en el poder, aunque sí en la razón, vieron impedidos sus derechos de repudiar a Rajoy y sus mentiras respecto a Bárcenas el 1 de agosto. En cualquier democracia tal veto sería vergonzoso hasta para Berlusconi. Aquí, no. El presidente –en funciones– Rajoy lo ejerció. Alguien sentiría ganas de tirarle su pena a la cabeza para evitar su humillación y la de todos los españoles. ¿Qué control existe aquí? ¿Esto es una democracia? ¿Cuándo se escucha a la oposición? ¿Sabe alguien aquí lo que es vergüenza ajena? ¿Y la propia tampoco? ¿Esto es Europa? Pues apaga y vámonos.